Edificio Gonzalo Mejía (teatro Junín y hotel Europa).
Gonzalo Mejía Trujillo, el hombre que impulsó el progreso en Medellín, tuvo la iniciativa de hacer un edificio que acogiera la movida cultural de la ciudad, y al que se conoció con su nombre: Edificio Gonzalo Mejía. Tenía la edificación su entrada principal por la esquina nororiental de la carrera Junín – antes calle El Resbalón – con la Avenida La Playa. En la imagen de portada, captada en los inicios de la década de los años 50, lo vemos por su llegada desde la Avenida 1 de mayo. Albergaba al Teatro Junín y al Hotel Europa.
El edificio, junto al teatro y el hotel, constituía un sueño de las élites imaginado desde finales del siglo XIX. La construcción del edificio y el teatro estuvo a cargo del arquitecto modernista belga Agustín Goovaerts quien, además, también fue el encargado de dibujar otros planos que levantaron palacios de gobierno, casas, cárceles, escuelas, otros hoteles y teatros, dándole a Medellín un aire conservador y tradicionalista de estilo europeo.
El edificio esquinero que costó 600 mil pesos, según la prensa de la época, funcionó durante 43 años junto a sus dos referentes: el hotel Europa y el teatro Junín. Fue la edificación referente de la época en una zona en la que convivía con otros símbolos arquitectónicos de Medellín: el edificio La Bastilla, el Lucrecio Vélez, la Parisina y el de Fabricato.
El teatro, dueño de la movida cultural de la época, era la joya del edificio. Empezó sus obras en 1921 y se inauguró en 1924 – como las demás obras del edificio- con la presentación de la película italiana “La sombra”. Función para la que se vendieron todas sus localidades del que fuera uno de los cuatro teatros más grandes del mundo. Tenía 37 palcos, 800 puestos de referencia, dos mil entradas de galería y una amplia platea. Ademas de cine, se vivían en su sala funciones de lírica y zarzuela.
El hotel Europa contaba con treinta cuartos, catorce de ellos dobles, todas con baño, ropero y algunos con un salón para sentarse a tomar el té o leer el periódico.
El edificio Gonzalo Mejía fue demolido en 1967. Ya para entonces, en mal estado, y ante otras ofertas, había dejado de ser atractivo para su antigua clientela. En ruinas, que no vio Gonzalo Mejía Trujillo, pues había fallecido 14 años atrás, quedó la edificación con su teatro, el hotel y otros establecimientos comerciales que allí funcionaban; fue, para algunos, el inicio de un ciclo de destrucción del patrimonio de la ciudad.
Previamente a la demolición, los terrenos, con un área de 5.444. 34 varas cuadradas había sido puesto en venta por la firma Isaza Restrepo & Abogados. Muchos interesados debieron haberse puesto en contacto con ellos llamando al número telefónico 4- 159-94 o escribiendo al Apartado Aéreo 822 de Medellín, para hacerse con la emblemática esquina del centro de la ciudad. Coltejer debió pagar los $ 8. 281. 298 que públicamente se pidieron por el lote, y en el levantaron su también emblemático edificio.
En 1972 la nueva obra se levantó sobre la esquina que había representado la movida cultural de Medellín. Treinta y seis pisos, 42 mil metros cuadrados edificados y 147 metros de altura la convirtieron en el símbolo que ayuda a ubicar el centro de la ciudad desde sus laderas.
Miguel Zapata Restrepo, en el Radioperiódico Clarín, el cuatro de octubre de 1967, contó parte del dolor que significó la demolición del viejo teatro, y del edificio, para algunos:
“Réquiem por un teatro”
“Mañana empezará la pica a desmantelar el viejo teatro, la cornisa barroca que anunció las luminarias aztecas del celuloide y que fuese testigo de tantos actos heroicos en el corazón de Medellín, no volverá a iluminarse más. El Junín ha cumplido su tarea y ahora sucumbirá como cuota de sacrificio ante el progreso. En la pantalla del viejo teatro quedará resonando el eco de las balas de su última película: Arizona Colt. Hasta en la muerte, el Junín tenía que seguir siendo ruidoso. No habrá teatro que reemplace al Junín por mucho tiempo. Medellín que no lo quería en los últimos tiempos palpará ahora que un gran coloso ha desaparecido para siempre. ¡Y que gran falta hará!”
Una opinión contraria a la de Miguel Zapata, un día antes, se escuchó en el mismo espacio de Radioperiódico Clarín, el tres de octubre de 1967:
“Es inevitable que se vaya el Teatro Junín porque la esquina donde está situado es la más valiosa y merece convertirse en una edificación suntuosa que caracterice el avance incontenible de la ciudad. Y como pronto desaparecerán todos los que recuerden la génesis de la sala serán felices las nuevas generaciones asistiendo a un sitio grato y que esté a tono con sus exigencias”.
Lo cierto, es que el edificio Gonzalo Mejía, que en su momento fue símbolo del progreso de la ciudad, no tuvo la suerte de otras edificaciones a las que el entonces Municipio supo mantener dándoles otra utilidad, como lo hizo con el Palacio Nacional – declarado Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación- y el Palacio de la Gobernación -declarado Monumento Nacional-, ambos diseñados, también, por el arquitecto Agustín Goovaerts.
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