Lectura Dominical

Día del Estudiante Caído

Hace 70 años el Batallón Colombia, recién llegado de la guerra de Corea, mató a diez estudiantes y dejó a 25 heridos, entre el 8 y 9 de junio de 1954. Eran los días en que se preparaban los festejos que celebrarían el primer año del gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, un mandato que pronto se tornó en dictadura.

Uriel Gutiérrez Restrepo cayó con una bala en su cerebro disparada por la Policía que quiso ingresar a los predios de la Universidad Nacional. Antes de caer, Uriel y cientos de estudiantes marchaban como parte de la conmemoración del día del estudiante en homenaje a Gonzalo Bravo Pérez quien, también, 25 años atrás, había caído con una bala atravesada en su espalda el siete de junio de 1929 cuando protestaba buscando llamar la atención por los muertos que había dejado la masacre de las bananeras, meses antes, durante el gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez.

Gonzalo Bravo Pérez

Meses antes de la matanza que apagó la vida de cientos de trabajadores de la compañía estadunidense United Fruit Company, los jornaleros empezaron a ver como sus viejos y sus niños morían contagiados de dengue, atrapados por el cólera, la fiebre y la desnutrición. Sin un peso en sus bolsillos para poder comprar un cajón para enterrar a sus muertos, decidieron llamar la atención protestando. Se dieron a la huelga armados con sus voces y algunos letreros en los que se leía: “VIVA LA HUELGA SIGAMOS ADELANTE UNIDOS VENCEREMOS”. Las balas llegaron como respuestas a sus derechos el cinco de diciembre de 1928 ordenadas por el ministro de Guerra Ignacio Rengifo Borrero, desde su despacho donde los vasos de alcohol eran parte de la decoración, por lo que Rengifo se ganó el remoquete de “Míster Wiski” en las caricaturas que se publicaron en los pocos periódicos que circulaban durante su mandato.

No solo la arbitrariedad cometida – con poco eco nacional-, fue la que motivó, meses después, a un numeroso grupo de estudiantes a protestar trasladando la voz de los muertos desde Ciénaga, al norte del país, hasta en mismo centro de la capital. Lo que subió los niveles de la indignación de los jóvenes fue el nombramiento del General Carlos Cortés Vargas como jefe de la Policía de Bogotá, quién, obedeciendo ordenes de “Mister Wiski”, fue el responsable de la masacre ocurrida en las bananeras de Ciénaga en el departamento de Magdalena.

Los jóvenes estudiantes se sumaron a los 20 mil bogotanos, contaron los diarios, que se manifestaban, entre otros hechos, por la destitución del alcalde de la ciudad Luis Augusto Cuervo por parte del gobernador Ruperto Melo. El entonces municipio de Bogotá, según el periódico El Tiempo: “Era presa, desde hacía tres años, de la acción y la inacción de una rosca política que, adueñada del poder y a espaldas del pueblo, pretendía usar y abusar de sus privilegios. Funcionarios de tan mentada rosca eran, entre otros, los gerentes del Tranvía y del Acueducto, políticos que llegaron a estas posiciones por la vía de los favores electorales dispensados en la campaña conservadora de Miguel Abadía Méndez” (1). Y entre aquellos abusos los bogotanos anotaron la destitución de su alcalde.

Tres días de protestas se completaban en la plaza de Bolívar cuando, el siete de junio de 1929, un pelotón de soldados, encargados de la seguridad de la puerta trasera del Palacio Presidencial, entonces llamado Palacio de la Carrera, disparó contra un grupo de manifestantes entre los que se encontraba Gonzalo Bravo Pérez, estudiante nariñense de segundo grado de Derecho en la Universidad Nacional de Colombia.

Mientras el presidente Abadía Méndez preguntaba a los centinelas sobre los disparos, estos contestaban que eran al aire para ahuyentar a unos muchachos que los amenazaban con tirarles piedras. Pero sobre una acera próxima a Palacio yacían heridos Federico Scheller, de ascendencia alemana, hijo del propietario del Hotel Europa, y el estudiante Gonzalo Bravo Pérez, con un tiro en su espalda, quien falleció en la Casa de Salud de Peña, el centro asistencial a donde fue conducido esa noche.

Gonzalo Bravo Pérez, el primer mártir estudiantil.

Los compañeros de Bravo Pérez amenazaron con marchar a Palacio – finalmente lo hicieron por calles vecinas- con el cadáver del estudiante caído. La voluntad del presidente Abadía Méndez se derrumbó y tuvo que llamar a juicio al General Carlos Cortés Vargas, el director de la Policía que meses atrás ordenó apretar los gatillos que apuntaron al pecho de los trabajadores de las bananeras para defender los intereses de la compañía extranjera; a Ignacio Rengifo “Míster Wiski”, el ministro de Guerra; y a Ruperto Melo, el gobernador de Cundinamarca que había sacado del juego al alcalde Luis Augusto Cuervo Pérez al que el pueblo bogotano reclamaba.

El féretro de Gonzalo Bravo Pérez fue conducido por los rectores y profesores de las universidades al Cementerio Central en Bogotá en un cortejo fúnebre presidido por Beatriz I, reina de los estudiantes y su corte de honor ante la mirada de cientos de estudiantes que lucieron una boina en sus cabezas como señal de duelo.

Como homenaje a Bravo Pérez cada ocho de junio se conmemora en Colombia el Día del Estudiante. Los universitarios de La Nacional acostumbraban ese día a movilizándose al Cementerio Central, al sepulcro del estudiante caído, y posteriormente regresaban al campus a realizar diferentes actos conmemorativos.

Uriel Gutiérrez Restrepo y compañeros

Veinticinco años después de caído Bravo Pérez, desde presidencia se preparaba todo para celebrar el primer aniversario de Gustavo Rojas Pinilla en el poder. La orden era que desde cada municipio se hiciera algo alusivo al Gobierno: una calle o una plaza con el nombre del General, de su hija María Eugenia, o del día de su golpe al poder, 13 de junio. El país estaba a punto de inaugurar su televisora que era el gran moño de la celebración de la que también hacia parte Sendas, una secretaría de asistencia comandada por María Eugenia Rojas que ayudaba a las clases menos favorecidas, y que llevaba pocos días de fundada.

Pero nada de esto iba a desviar la conmemoración del día del estudiante caído por parte de los estudiantes de la Universidad Nacional que intentaron llegar al Cementerio Central, o al Palacio Presidencial como afirman algunos historiadores. A ninguno de los dos lugares lograron llegar, pues la Policía los intercepto ordenando el despeje y la disolución de los estudiantes que tuvieron que regresar prontamente al campus universitario a donde llegaron los uniformados queriendo ingresar.

Los estudiantes, con alambres de púas, se opusieron a la entrada de la Policía a la universidad en la puerta que colinda con la calle 26. Los uniformados respondieron con fuego, y una bala atravesó la cabeza de Uriel Gutiérrez Restrepo, estudiante de medicina y filosofía.

De inmediato los estudiantes se dieron a la tarea de organizar una protesta que saldría al día siguiente, 9 de junio, hacia Palacio. Miles de estudiantes de diferentes universidades: la Nacional, la Javeriana, el Externado, los Andes, la Libre, el Rosario, la Gran Colombia y estudiantes de bachillerato, se fueron en busca de la casona que hospedaba al General. En la calle 13 con Séptima, a punto de bordear la plaza de Bolívar, fueron obligados a detener sus pasos. Los estudiantes, lejos de retroceder, optaron por sentarse en los andenes de la calle coreando consignas de justicia para Uriel Gutiérrez mientras soldados del Batallón Colombia, con la guerra de Corea aun rondando en sus cabezas, llegaban al lugar.

Soldados detienen la marcha estudiantil sobre la carrera Séptima. Faltaba poco tiempo para la tragedia.

Con la pólvora todavía viva en sus venas algún soldado no solo disparó su fusil, sino que activo el veneno de la guerra, recién abandonada, en el resto del pelotón que abrió fuego contra los estudiantes quitándole la vida a nueve y dejando a cerca de 30 heridos en pocos segundos. Álvaro Gutiérrez Góngora, Hernando Ospina López, Hugo León Velázquez, Hernando Morales, Jaime Moore Ramírez, Rafael Chávez Matallana, Carlos Grisales y Elmo Gómez lucich, de nacionalidad peruana, alimentaron con sus nombres una lista negra de estudiantes caídos en Colombia que hoy sigue sin encontrar un punto final. Jaime Pacheco Mora quiso negarse esa mañana a inscribir su nombre escapando por la Avenida Jiménez, pero no lo logró. Un fusil manejado por un soldado preso del trastorno de la guerra, lo persiguió.

Aquella tragedia, a pesar de los esfuerzos del general Rojas Pinilla, de una reunión suya con los estudiantes luego del asesinato de Uriel Gutiérrez, y a pesar de querer culpar a los “agentes opositores”, hizo que el manto que protegía al Gobierno se cayera. Un manto impenetrable para la vetada prensa de aquellos días que solo podía publicar lo conveniente. Con la masacre de los estudiantes la realidad del país se empezó a vislumbrar mientras el naciente régimen quedaba herido.

Para atestiguar los hechos quedaron las fotografías captadas por el periodista, con nombre de poeta, Julio Flórez que desde un segundo piso hizo una serie de imágenes para El Espectador, más propias de una guerra que de una marcha estudiantil, y menos en tiempos de un Gobierno que siempre habló de conciliar a los colombianos.   

La vida de aquellos estudiantes le dolió al país, algo que hoy parece no ocurrir. Como Uriel Gutiérrez, nacido en Chinchiná y vinculado familiarmente con Gilberto Álzate Avendaño – político conservador quien dio su visto bueno al golpe de estado de Rojas Pinilla-, los alumnos de ese tiempo – siempre con corbata en sus cuellos- provenían de clases media y alta. Interesados en el poder a través de partidos tradicionales, estudiaban aspirando a un real ascenso social, a convertirse en el eje de su familia e incluso de la clase dirigente del país. Por eso aquella masacre fue tomada como un atentado al real futuro de la Nación a donde un joven de pueblo difícilmente llegaría.

Por lo mismo, el estudiantado emergió como la fuerza opositora que conservadores y liberales capitalizaron, junto a la prensa, para empezar a marcar el fin del régimen de Gustavo Rojas Pinilla, que, entre otras cosas, se olvidó de su promesa de resaltar la figura de los estudiantes caídos ya hace 70 años

***

*Reservados todos los derechos. De acuerdo con las disposiciones vigentes sobre propiedad intelectual, podrán citarse fragmentos de esta página, caso en el cual deberá indicarse la fuente de la siguiente manera: Tomado de www.grutasimbolica.com siempre y cuando tales citas se hagan conforme a los usos honrados y en una medida justificada por el fin que se persiga, de tal manera que con ello no se efectúe una reproducción no autorizada de la obra citada.

1.El tiempo: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-151733

Imagen 1 https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-398/una-fecha-tragica-8-y-9-de-junio-de-1954

Imagen 2 Julio Flórez / El Espectador